En Arequipa, ciudad ubicada al sur peruano, aproximadamente a finales de la segunda década del siglo XX, Manuel Jesús Glave y Víctor Alcázar decidieron dejar el Estudio de Arte Vargas Hnos., donde aprendieron la práctica fotográfica y trabajaron durante años, para abrir su propio estudio.
Desde la llegada de la fotografía al Perú en la década de 1840, los estudios fotográficos fueron frecuentados mayoritariamente por personas de clase alta, dentro de una sociedad con una notable desigualdad social. Esta misma tendencia se replicaba en la ciudad de Arequipa, donde hacerse fotografiar era una práctica muy solicitada por personas de la llamada alta sociedad.
Los estudios de fotografía arequipeños de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, como los de Emilio Díaz, Max T. Vargas o el de los hermanos Vargas; eran lugares lujosos, decorados con finas cortinas y con tapices importados, contaron con espacios de galería destinados a exposiciones y eventos donde concurría la élite local y que, incluso ostentaron como símbolo de modernidad, la presencia de energía eléctrica una vez que esta llegó a la ciudad.
Con Glave y Alcázar, la situación descrita líneas arriba cambió. A diferencia de los estudios de fotografía existentes en Arequipa que estaban estratégicamente situados cerca de o en la plaza principal de la ciudad —por su asociación con las ideas de poder y estatus— el Estudio Glave & Alcázar Fotógrafos se ubicó en la Alameda pardo, al otro lado del río Chili, la otra ribera, espacio geográfico que históricamente fue ocupado por población de origen indígena. Esta ubicación cobra un sentido simbólico, el mismo que junto a los cambios que la fotografía —una forma crítica de identificación, memoria e imaginación— estaba atravesando en ese momento, principalmente por el abaratamiento de sus costos de producción, condujeron a que una clientela mucho más amplia y diversa tuviera acceso a esta, originando un cambio significativo en la forma en que se practicaba y experimentaba la fotografía en Arequipa. Cabe anotar, que este cambio coincidió con un momento de la historia del Perú en el que se debatía cuál era el lugar que debía ocupar la identidad indígena dentro de la idea de nación y, a diferencia de otras regiones del país donde el discurso sobre el indigenismo empezaba a ser dominante, en Arequipa este discurso estuvo más bien centrado en la idea de una sociedad mestiza.
El mestizaje, considerado como biológico y/o cultural, se convirtió en un elemento principal en la construcción del imaginario dominante durante la primera mitad del siglo XX. Si bien la historia ha acreditado a escritores, pintores y músicos como piezas clave en la construcción y promoción de esta identidad regional, los estudios recientes sobre historia de la fotografía arequipeña, sugieren que la fotografía también habría jugado un rol significativo en la formulación y fortalecimiento del orgullo arequipeño.
El archivo de Manuel Jesús Glave y Víctor Alcázar nos permitirá, entonces, a través de sus imágenes y materiales, preguntarnos si es que aquello representado en sus soportes puede ofrecernos una idea o acercamiento de lo que fue o es la identidad arequipeña y cómo podemos develarla a través de la lectura y análisis de su forma y contenido. La fotografía como herramienta de representación y como objeto, contribuye en la construcción y materialización de los imaginarios, en ese sentido, la expansión y democratización de la fotografía que se dio en simultáneo al inicio de la práctica de Glave y Alcázar, enriquece y amplía las posibilidades de análisis sobre las ideas de identidad de la sociedad arequipeña, pues las miradas se abren incluyendo puntos de vista que hasta ese entonces no habían tenido la posibilidad de ser representados.
Tal vez no sea una coincidencia decir que, durante los mismos años en que prácticas como la Glave y Alcázar estaban democratizando el acceso a la fotografía y, junto al desarrollo de otras expresiones culturales, se produjera también un fortalecimiento de la identidad regional dentro del imaginario dominante.
Hoy en día, el mestizaje continúa celebrándose en Arequipa como parte inherente de su identidad y de su orgullo regional. La narrativa que sustenta esa identidad se ha apoyado en símbolos locales y tradiciones que han integrado los diversos elementos culturales que se encontraron dentro de su territorio, dando como resultado la aparición de expresiones únicas que hoy forman parte del Patrimonio Cultural, como son su gastronomía, arquitectura, música, entre otras; y que, a pesar de que esta narrativa se apoya en expresiones propias, ha dado lugar a que localmente se considere a la región como un posible ejemplo de integración a seguir en el forjamiento de la nación peruana, en un intento de unificar lo que a menudo se ve como una comunidad nacional fracturada.
Esta exposición virtual, que se presenta dentro del marco de las celebraciones por el Bicentenario de la República del Perú, busca explorar el rol que desempeñó la fotografía como herramienta de representación en la consolidación del imaginario regional de Arequipa.
Finalmente, el equipo curatorial quiere expresar que la información histórica y contenido las imágenes fotográficas incluidas en esta exposición, así como las del resto del archivo, se encuentran aún en estudio. Si el público tuviera alguna información sobre los personajes, lugares o eventos contenidos en las imágenes, les pedimos por favor que se pongan en contacto con nosotros, pues sus testimonios serán de gran valor.
Christine Mladic Janney, Ros Postigo y Juan Carlos Belón
Junio, 2021
Organización: Universidad Católica San Pablo y Centro de Investigación y Estudios para la Fotografía
Curaduría: Christine Mladic Janney, Ros Postigo y Juan Carlos Belón
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